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lunes, 28 de mayo de 2012

El canto del canario 1

Los pájaros. Mis animales favoritos desde que tengo uso de la razón. Casi siempre estaba en casa de mis abuelos paternos, pues mi padre murió antes de que yo naciera y me encantaba que me contaran cosas sobre él, las travesuras que hacía... Y yo me quedaba totalmente embelesada, escuchando sus historias y viendo las fotos que me enseñaban. Según me contaban, su único hijo era fuerte, aventurero, algo pícaro y travieso, aunque no muy buen estudiante. Siempre tenían nuevas historias que contarme. Sin embargo, mi madre jamás quería hablarme de él.

 Cuando cumplí los 15 años,  mis abuelos paternos me regalaron un bonito canario de un color naranja precioso y muy vivo. Cuándo llegué a mi casa con el canario naranja en la jaula, la reacción de mi madre fue muy diferente a la que me esperaba.

- Mira mamá - dije con una sonrisa de oreja a oreja -. Me lo han regalado los abuelos. ¿A que es precioso? Le voy a llamar Bob, como a Bob Marley.

-¡Ah! - gritó mi madre horrorizada -. Saca a ese cuervo de mi casa ahora mismo.

- Pero... Mami, si es un canario naranja...

Mi madre observó nuevamente al pájaro y comprobó que, efectivamente, yo tenía razón.

- Perdóname hija, habrá sido cosa de mi imaginación - dijoabrazándome con dulzura mientras me acariciaba el pelo. - Llévalo a tu habitación.

Obedecí a mi madre y llevé a Bob a mi habitación. De repente la puerta se cerró, sobrecogiéndome. Me volví enseguida, pero lo cierto es que no le dí mayor importancia y seguí observando a mi pequeño nuevo amigo.

Su mirada... Era algo extraño,pero todavía a día de hoy, me atrevería a jurar que podía leer su pensamiento, comunicarme con él, entenderle.

Al momento supe que deseaba volar libremente por mi habitación. "¿Y por qué no?"- pensé. Abrí la puerta de su jaula y lo liberé.

Empezó a rebolotear por toda la habitación mientras entonaba un alegre y entusiasta canto con el cuál me transmitió una enorme felicidad y supe que Bob y yo nos llevaríamos muy bien y que al fin tenía un amigo, pues todos los demás chicos del pueblo me discriminaban por ser diferente.

Mi madre me llamó para cenar y dejé a Bob volando por la habitación todo el tiempo que quisiera.

Me dí prisa en cenar, llevé mi plato a la cocina y lo fregué. Volví coriendo a mi acogedor cuarto, pero no vi a Bob por ninguna parte, me puse muy nerviosa pensando que ya había perdido a mi único amigo. Me tumbé en la cama y me dejé llevar por mis sentimientos, Cuando hubieron pasado dos o tres minutos sentí el armonioso canto de Bob. ¡Estaba en su jaula! Supe que él no quería que cerrase la puerta de la jaula, así que la dejé abierta y coloqué la jaula al lado de mi mesita de noche, junto a mi cama y, mirándole, me quedé dormida.

Al día siguiente, al volver del instituto, encontré a Bob volando por toda la casa. Dejé la mochila en la habitación y me puse a hacerme el almuerzo, pues mi madre no llegaría a casa hasta las diez de la noche. Mientras estaba comiendo, Bob se posó en mi hombro y más tarde sobre mi mano. Le ofrecí un poco de pan, que no rechazó y lo observé atentamente. Fue entonces cuándo en su diminuto pecho percibí una pequeñísima mancha negra, con la forma de un cuervo. Me pareció curioso, pero no le dí mayor importancia. ¡Qué gran error cometí!


                                                  CONTINUARÁ

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